Los lugares de la muerte; el inframundo del México prehispánico

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Foto: Stock

POR ADRIANA DE LA FUENTE*, 02 NOVIEMBRE, 2018

Los rituales mortuorios destinados a encaminar al alma desde su deceso hasta el espacio-tiempo de la muerte que le corresponde, la aceptación de la partida y la liberación del dolor de los vivos, son actividades características del culto a los difuntos, originado en el México prehispánico y a lo que actualmente se le conoce como “Día de Muertos”.

En la prehistoria, los festejos a la muerte no se efectuaban una vez al año, como se hace ahora, sino que era algo hecho continuamente, en el mundo precolombino los muertos convivían activamente con los vivos a través de lazos rituales.

En ello, dependiendo del Lugar de la Muerte –espacio al que iban después de morir– procedente, es que intervenían en actos importantes de la comunidad, como la siembra, la cacería o la guerra. Incluso en ritos mágicos, siendo evocados para distintos acontecimientos sociales como los nacimientos y matrimonios.

Dependiendo de la forma de la muerte es que el alma del difunto iba a dar a uno de los cuatro lugares de los muertos, siendo estos:

El Mictlan

El “lugar de los muertos” donde impera Mictlantecuhtli, “el señor de la muerte”. A este lugar iban los que mueren de muerte natural o de enfermedades que no tienen un carácter sagrado, ya sean señores, príncipes, gente baja, varones, mujeres o muchachos, después de la muerte descendían para hacer el recorrido infraterrenal, acompañados por un perro «psicopompo».

El inframundo que debían atravesar, está constituido por nueve etapas con obstáculos específicos que expresan quizás a nivel narrativo la putrefacción y otros tormentos tanatomórficos que padece un cadáver en su regresión orgánica hacia Aztlan, en este contexto; la blancura ósea que permanece después de cuatro años.

El Tlalocan

Es el lugar terroso donde reina Tlaloc, el dios de la lluvia y hogar de los Tlaloque; divinidades que se parecen a los sacerdotes de cabellos largos, llamados PahPapaoaque y a los Tlenamacazque, los sacerdotes del fuego.

Es el llamado “paraíso terrenal” por los españoles, cuyo nombre es Tlalocan, lugar con muchos regocijos y refrigerios, a donde llegan los muertos por rayos o ahogados en el agua, se consideraba que ellos eran afortunados al ser amados por los dioses, razón por la cual se los llevaban a este paraíso.

Los parientes de éstos, tenían una superstición que dictaba que algún miembro de la familia estaba destinado a morir de un rayo o ahogado de igual forma, porque a petición del pariente difunto sería llevado junto a él.

Tonatiuh ichan

Conocida como “la casa del sol” o el cielo, quienes llegaban allí eran los que murieron «al filo de la obsidiana»; guerreros muertos frente al enemigo, durante la guerra, en el campo de batalla al terminar su tarea, o los que eran llevados para ser sacrificados.

A éstos, eran añadidos las mujeres muertas en el parto quienes eran consideradas como guerreras que habían muerto en combate. Ya que cuando una mujer paría se decía que había tomado un prisionero.

El Cincalco

Es ”la casa del maíz”, regido por Huemac, aquí llegaban los que morían en su tierna niñez, se creía que aquellos niños eran amados por los dioses, llevándoselos para sí. Iban a la casa Tonacatecutli, donde hay todo tipo de árboles, flores y frutos, y donde andan como tzintzones –avecitas pequeñas de diversos colores que andan chupando las flores de los árboles–.

Los niños que habían muerto cuando todavía estaban mamando iban a un lugar específico, probablemente situado dentro del Cincalco, que se llamaba Chichihualcuauhco «el lugar del árbol de los pechos», en donde se alimentaban del néctar vegetal que manaba del árbol.

*Información obtenida de «Días de muertos en el mundo náhuatl prehispánico» de Patrick Johansson

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