POR ADRIANA DE LA FUENTE, 22 OCTUBRE, 2018
Adentrémonos a la historia, situada en 1925, año en el que el Duque de York, por órdenes de su padre el Rey Jorge V, debe dar un discurso en el estadio de Wembley, absolutamente lleno de personas, el resultado termina en lo que puede clasificarse como un desastre, debido a que él por miedo e inseguridades, al hablar en público resalta su tartamudez.
Y así da inicio el grandioso viaje de “El discurso del Rey”, la historia de un rey tartamudo y de su amigo quien le ayuda a encontrar su voz; un recorrido que resalta la necesidad de superación personal, un amor devoto y una amistad incondicional.
Marcando el punto en el que se llega al declive, aquel momento decisivo en el que se toma el todo por el todo, con el ímpetu de superar los miedos, de corregir los “defectos”, en donde el Duque de York, desde su infancia ha sufrido el trastorno del habla que le impide expresarse; repitiendo sonidos, silabas, palabras, prolongando sonidos e interrupciones conocidos como “bloqueos”.
Todo aquello que aqueja a quienes tienen tartamudez, por lo que ha recibido terapias inútiles por años y como último recurso se encuentra con un peculiar logopeda, quien con curiosos métodos para la época, logra que el Duque -quien por circunstancias del destino termina ocupando el trono real, cuando su hermano renuncia al puesto por casarse con una plebeya estadounidense- superé su fobia al desenterrar el origen de su enfermedad, recuperando la confianza que tanto necesitaba.
Es una obra estrenada en el 2010, dirigida por Tom Hooper, protagonizada por Colin Firth y Geoffrey Rush, una historia que tiene mucho que dar, que se convierte en una trama tan esperanzadora sobre superarse así mismo.
Sin duda alguna un film que debes ver al menos una vez en la vida y más hoy en el Día Mundial del Conocimiento de la Tartamudez.