El origen del Día de Muertos

607
Foto: Stock

POR ADRIANA DE LA FUENTE, 01 NOVIEMBRE, 2018

Dentro de la variedad de tradiciones que envuelven a la cultura mexicana se encuentra la celebración a la muerte denominada “Día de muertos”, festejo en el cual, según nuestros antepasados, el dios Mictlantecuhtli, señor del lugar de los muertos y dios de las sombras, concedía un día a las almas para visitar la tierra y convivir con su familia para consolarlos por su perdida.

En ésta antigua creencia se encuentra el Mictlan, el lugar de los muertos, en donde las almas encontraban el descanso eterno, para ello, debían enfrentarse y superar los obstáculos de los nueve niveles que conformaban éste inframundo. Para ellos no existía el paraíso o infierno, todas las almas debían llegar al último nivel.

No fue hasta la colonización que se insertó la religión cristiana, que, en lugar de adorar a la muerte, divulgaron el miedo y terror por ella y el infierno, sin embargo, dicha religión ante las fuertes creencias de los nativos tuvo que ceder, dando paso al sincretismo entre creencias españolas e indígenas.

En la actualidad, uno de los elementos más fuertes y característicos del festejo es “el altar de los muertos”, éste está conformado por una mesa o repisa cuyos niveles representan los estratos de la existencia.

El de dos niveles, representa el cielo y la tierra, el de tres niveles añade la visión del purgatorio, y el de siete niveles –considerado el altar tradicional- simboliza los pasos necesarios para llegar al cielo y así poder descansar en paz.

Durante su elaboración se deben considerar ciertos elementos básicos; en primer lugar, cada escalón debe forrarse con tela negra y blanca, en el primer escalón se coloca la imagen del santo al que se es más devoto, el segundo se destina a las ánimas del purgatorio, en el tercer escalón se coloca la sal, que simboliza la purificación del espíritu para los niños del purgatorio.

En el cuarto, se coloca el pan de muerto, para ofrecer alimento a las ánimas que por ahí transitan, en el quinto se coloca la comida y frutas preferidas del difunto, por el sexto escalón son puestas las fotografías de las personas ya fallecidas; y en el último, se coloca una cruz formada por semillas o frutas, como el tejocote y la lima.

En esta celebración la muerte no es una ausencia ni una falta, por el contrario, es vista como una nueva etapa, en la que el muerto viene, camina, observa el altar, percibiendo cada detalle a través del olfato, el gusto y el oído. No es visto como algo ajeno al mundo terrenal, sino como una presencia viva.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor escriba su comentario!
Por favor escriba su nombre aquí