POR MICHEL MONTIEL, 09 MARZO, 2018
Cayó la noche y con ella, llegaron los poemas de Ricardo Yáñez; la poesía es para muchos, el encuentro con uno mismo, un instante de existencia que motiva la reflexión sobre la vida, los poemas los encontramos en el camino, en el trayecto de uno, los construimos entretejiendo palabras como quien teje sueños al anochecer.
Esa ocasión, los poemas de Yáñez, nos llegaron a cuenta gotas, como filtraciones que escurrían de las altas paredes de un yacimiento, hasta conformar un manantial de sensaciones, compresibles, sí, en cada palabra que expresaba el poeta, pero más aún, en el complejo de la totalidad de su obra en la cual vacío sus sentimientos.
Escribir poesía pareciera algo fácil, sin embargo, tener la paciencia para levantar la pluma y dejar las letras en el papel, no siempre lo es, pues afirma Ricardo que un poeta no se construye de la noche a la mañana, sino que es un oficio que requiere, tiempo, constancia y dedicación, pilares que harán de un verso algo inolvidable.
Pero más que una dimensión meramente técnica como la que se encuentra atrapada en esas palabras, Yañez, mediante su ser y sus formas de proceder con él mismo y con los demás, nos mostró algo más complejo y existencialista, nos dio una respuesta sublime; para ser poeta, no puede uno menos que arrojarse a la vida, es decir, se trata de existir habitándose uno mismo y también de vez en vez, vaciándose de sí.
Los instantes de inspiración llegan en determinados momentos, no se fabrican, existen; en ciertos lapsos de la vida del poeta, sus poemas no lograban emerger, pues comenta que no se trata de hacerlo por obligación sino por pasión, y que sobre todo, hacer poesía ya es parte de su naturaleza.
No obstante, a pesar de parecer un ejercicio sencillo, el poeta señala que para escribir es necesario sentirse relajado respecto a las propias palabras y sobre todo, no pensar que éstas son propias sino que son de todos.
Ser poeta, en definitiva para él, es un misterio, se trata de un ser humano como cualquier otro pero que se afinca más en lo humano que en lo poeta, quien encuentra la felicidad en la razón de no dar explicaciones, ni siquiera a uno mismo.
Para conocer a Yáñez, una copa de vino, un espacio tranquilo y Craquelado en la mano, serán un buen pretexto, un motivo para acercarse a su sentir y existir, plasmados en su más reciente libro, el cual, sin duda, nos dejará esperando las nuevas obras de quien tiene mucho por decir.